Publicado en 21/10/2015

El incansable y abnegado trabajador de la viña del Señor, Divaldo Pereira Franco, fue recibido en la Confederación Espiritista Argentina, calle Sanchez de Bustamante 463 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con mucho cariño. Era ansiosamente aguardado por todos. Estaban presentes hermanos de diversas regiones de la Argentina, tales como Ushuaia, en el extremo sur de la Argentina; de Córdoba, Rosario, Bahía Blanca, Mar del Plata, Mendoza, La Rioja, La Plata, y también del Uruguay, del Paraguay y del Brasil.

A modo de homenaje por los 50 años de la fundación de la Institución Espírita Juana de Ángelis, en representación de los fundadores, el Sr. Francisco Condoleo recibió el cariño de todos. El actual presidente, el Sr. Gustavo Martinez, al hacer uso de la palabra se refirió a Jesús, a los fundadores que se encuentran en la Patria espiritual, a la mentora Joanna de Ângelis y al querido Divaldo Franco, con lo que emocionó a todos los presentes.

Divaldo Franco, el Sembrador de estrellas, recordó a los corazones amistosos que pasaron a lo largo de esos 50 años, y se refirió a la presencia de los amigos que desde el más allá de la tumba, en la vida que prosigue en otra faja vibratoria, habían ido a testimoniar su cariño en ese momento especial.

En el siglo XVII, tres filósofos que manifestaban que no podían creer en aquello que no conseguían ver, expresaron que tampoco podrían creer en Dios, que de hecho no existía para ellos. El atomismo era, según ellos, el dios que debía ser aceptado. Todo lo que es material constituye una evolución de los átomos; todo se encamina hacia el caos y el aniquilamiento. Afirmaban, asimismo, que la religión era un desacierto.

Con el advenimiento del Iluminismo, en el siglo XVIII, con Voltaire y Jean Jacques Rousseau entre otros, la humanidad se introducía en el denominado materialismo histórico. En 1812, Napoleón Bonaparte hizo un pacto con el Vaticano y restableció la creencia en Dios. La historia del mundo, en el siglo XIX, se transformó. En este período, un nuevo filósofo traería la doctrina del positivismo, una propuesta intermedia entre el materialismo y el espiritualismo, denominada Filosofía de la Humanidad.

En su brillante enfoque de los acontecimientos históricos, Divaldo destacó la trayectoria del profesor Hyppolite Léon Denizard Rivail, quien el 18 de abril de 1857 lanzó El Libro de los Espíritus, con el cual se inició la era del Espiritismo. Para las ideas nuevas, manifestaba el ínclito Codificador, eran necesarios términos nuevos. Presentó una propuesta religiosa para volver a ligar a la criatura con el Creador. Investigada la nueva doctrina por ilustres protagonistas de la Historia, como Cesare Lombroso y William Crookes, entre otros, la convalidaron a través de sus investigaciones, serias e imparciales. En el campo de la Psiquiatría y de la Psicología, en 1889, Jean Martin Charcot, médico y científico francés, profesor en el Hospital de la Salpêtrière, en París, Francia, abrió las puertas de la facultad para que Freud pudiese declarar que el cerebro humano posee el subconsciente, lo que Jung corroboró, además de agregar la existencia del inconsciente. Más tarde, Freud presentaría el superconsciente, expresando sintéticamente que el cerebro constituye un edificio de tres niveles. Casi todos, en la humanidad terrestre, actúan en el nivel instintivo, como herencia del inconsciente profundo.

En 1905, Albert Einstein presentó la teoría de la relatividad, dando comienzo, de ese modo, a la física clásica. Creer en la materia, en la actualidad, es un indicio de falta de cultura, de ignorancia de la relatividad. Estamos ante un mundo nuevo; los átomos dan la impresión de algo que no existe. Einstein afirmaba que todo lo que hay en el universo son ondas, energías, todas invisibles, que se expresan mediante ondas que no se confunden: la ciencia que no se ve pero que ahí está.

Divaldo se refirió a la doctrina hippy, de los años ´70 del siglo XX, que favoreció la liberación de la mujer, aunque se orientara hacia el libertinaje, confundiéndolo con la libertad. A partir de esa época la mujer se entregó a los vicios, y llegó a superar incluso a los hombres, en ese aspecto. En la búsqueda por afirmarse, el hombre vive entre tres valores, que se destacan equivocadamente: el individualismo, propiciando una sociedad muda; el advenimiento de un nuevo alfabeto, donde las relaciones humanas se producen solamente a través de las redes sociales; y la búsqueda desenfrenada del simple placer sexual y de las drogas. ¿Hacia dónde nos encaminamos?, preguntó el conferencista.

Destacó el verdadero rol del sexo, que debe ser practicado con ternura, con diálogo, con amor, para distinguirnos, en definitiva, de los animales, que también practican el sexo pero no se aman. ¿Amamos de hecho, o necesitamos al otro? El amor es como una brasa, a la que es necesario quitarle la capa dura del exterior, algo que la vida cotidiana va propiciando en nuestras vidas.

Estamos en un momento revolucionario: el materialismo predomina. Vivimos en una sociedad que se divide entre los visibles y los invisibles; pasamos por personas que no son percibidas sino omitidas, mientras los políticos y las personalidades internacionales de los grandes organismos se comportan en forma corrupta, y son tratados con deferencia, lo que para la conducta equivocada no corresponde.

Hizo referencia al Papa Francisco y elogió al gran misionero del amor, que descubre a los hermanos que no son visibles, porque busca a los que sufren. Es un misionero que rechaza el lujo, la ostentación, sencillo como Jesucristo. Predica y vive según el ejemplo de Jesús.

Educador eximio, Divaldo Franco aludió a las pruebas científicas de la existencia de Dios, y ofreció una verdadera clase de biología, anatomía, física, química, matemáticas, astronomía, geología, etc. Condujo a la platea a momentos de descontracción, con su modo jovial, al relatar experiencias personales, con un toque de humor que amenizó la conferencia.

Para referirse a la forma cómo la sociedad humana ha venido condicionando las relaciones afectivas entre padres e hijos, Divaldo narró la emocionante historia del matrimonio Stanford, de California, USA, y de su hijo Leland Stanford Jr., con lo que hizo referencia a los padres que colocan en un plano secundario a la familia y a los hijos, con la intención de ganar dinero para brindarles presentes y objetos, para compensar la ausencia. Sugirió Divaldo que no nos preocupemos en dar presentes, sino que tratemos de brindar nuestra presencia, mediante momentos de convivencia armoniosa y de amor. Amor es convivencia, manifestó el ilustre orador.

Juan, el Evangelista, afirmó que Dios es amor. El amor es el alma del universo, es la ley más poderosa del universo. Expresó el deseo de que todos descubran al amor, recordando que quien ama es feliz. Fue aplaudido efusivamente. Los presentes, visiblemente emocionados, expresaban así su gratitud. A pesar de la gran cantidad de personas que participaron, el clima fue muy armonioso, con predominio de la ternura y la gratitud, lo que evidenció el carácter de la familia espírita argentina: gentil, de verdaderos amigos, hermanos.

 

Texto y fotos: Ênio Medeiros